lunes, 30 de enero de 2012

Cartas pioneras

Mil novecientos noventa y... tres? cuatro? La Maga daba sus primero pasos en la hechicería. Y tal vez por eso, sin saberlo, su primer contacto con lo extraño fue con un fantasma.

Dijo que fue un impulso. En esa época oscura de la humanidad, usábamos bic y papel. Los mensajes tardaban días en llegar, pero corrían con una ventaja: tenían la capacidad de incluir perfume (cosa que se ha perdido en pos de la inmediatez). Un impulso: lo único que nos unía, a simple vista, era la misma generación (guiño). Le seguí el juego, revisando, por primera vez, con qué armas contaba yo. Las tímidas misivas se convirtieron pronto en extensos escritos llenos de ideales, amores, ingenuidades, planes, desasosiegos y poesía -sobre todo poesía-. Las largas cartas alcanzaron su apogeo cuando un cassette (sí, sí: cassette, abuelo del mp3) me trajo por primera vez su voz: "un fantasma en tus oídos". El siguiente e ineludible paso serían las llamadas telefónicas, y cualquier evento era la excusa perfecta para escuchar esa voz misteriosa una vez más. El tiempo no hizo mella y así, nuestros mundos orbitaron juntos algunos años. Hasta aquel cálido Julio en que tuvimos la fatal idea de dejar de lado el papel, acortar la distancia, y vernos por primera y última vez...


El encuentro en sí fue una valiosa lección: ninguna realidad, por añorada que sea, puede reemplazar jamás la perfecta creación de nuestra mente. Fijate, Maga, que el tiempo ha sabido borrar el por qué del sinsabor y sin embargo permanecen intactos su perfume y esos detalles que de algún modo te trajeron a vos también un pedacito de su cielo. 

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