domingo, 10 de marzo de 2013

Equinoccio

Tal vez porque es casi otoño pero la noche se empeña en ser estival, los recuerdos golpean a La Maga con detalles precisos de este verano que ahora agoniza. Adentro, en su bunker, el equinoccio ya se instaló, pero afuera... Y es que este año, no hubo amaneceres serenos, ni desayunos bajo los frutales, ni cultivo de flores, ni mañanas al sol. Esta vez fueron noches que se hicieron madrugada muy rápido; días lentos que La Maga apuraba llena de ansiedad, esperándolo a él; atardeceres eternos bajo la pérgola, viendo el añil teñirse de negro y salpicarse de estrellas. Esta vez, las palabras reemplazaron al sueño. La Maga conserva tantas estampas, y tan vívidas, que le es imposible renunciar al verano. No quiere. Sabe que se equivocó -cuándo no!- en algunos pasos, porque su arrebato sigue venciéndola, pero también sabe que ha logrado la mejor versión de sí misma hasta el momento gracias a él. Y sobre todo, sabe con una seguridad sin fundamentos, que si él la elige (o si tan sólo dice que sí, aún un sí que vaya con la corriente) por fin podrá encarnar ese amor casi ideal, que se entrega absolutamente para ser pilar y sostén. Por eso La Maga lo espera. Lo espera ansiosa para empezar de una vez.


La noche es tan cálida, y tan vacía de él, y tan llena de memoria... Que venga la lluvia, pronto!

sábado, 2 de marzo de 2013

Coincidencia #patente

Transportarse requiere de permisos especiales en ambientes no mágicos. La Maga necesita de uno para su vida mundana, así que superando el profundo fastidio que toda burocracia le provoca, se abocó a conseguir uno. Marchaba sobre ruedas el proceso en una tarde calurosa que prometía distenderse en breve, cuando giró La Maga buscando un asiento y lo vio: no, no era él pero sí una muy esmerada copia. Mismo aspecto, mismo atuendo. No pudo constatar la sonrisa, sin embargo algo fundamental le hizo un guiño y le apuntaló la certeza: en una de sus tantas ojeadas disimuladas (tan disimuladas como pudo) vio sus ojos, y la misma mirada que le quita el sueño la traspasó -en vivo- justo cuando creía que la cuota de casualidades del día estaba cubierta.

viernes, 1 de marzo de 2013

Coincidencia #temprano

La Maga tuvo su primera jornada de regreso a la realidad: la alejaría esto de esos caminos de ensoñación? La mañana fresca, soleada, casi cómplice, la devolvió suavemente a la rutina. Saludó al verdulero que recién abría su puesto. Se cruzó con un perro. Vio algunos estudiantes pasar. A su regreso, había recolectado una interesante cantidad de novedades. Alguien le dijo (más precisamente su madre) que había visto a Damián, el verdulero, y que su hija -aprendiz de La Maga- le enviaba sus saludos. "Pero no se llama Hernán el señor verdulero?!", preguntó descolocada La Maga. "Ay sí! Tenés razón, Hernán, sí. No sé por qué dije Damián". Pero La Maga sí, sabía.

Coincidencia #justo

Noche extremadamente calurosa en que la temperatura se niega a descender. Frente al ventilador, cena La Maga mientras hace un zapping desganado. Da con un programa de esos que reflejan la parte sórdida de la realidad. Al parecer, hoy sigue los derroteos de un prominente músico de ritmos tropicales (casi un oximoron) en su circuito nocturno. Sus fans desmesuradas se arrojan sobre él, se descontrola la situación. La Maga sonríe socorronamente para sí: debería llamarlo y decirle que mire este canal así tiene idea de lo que le espera. Cuando se despide el acechado cantante, se acerca un fan rezagado al vehículo para saludarlo, y a La Maga se le atraganta el último bocado: "Soy Damián", dice el admirador, "Damian... de Cabral".
Inexplicable (tanto que tuvo que tomar nota).