martes, 8 de octubre de 2019

Carencia

Odio que me recuerden que no soy suficiente. Todo el tiempo intento olvidarlo, pretender que en algún momento, para alguien, seguro que sí. Me hago la distraída, la que no ve que una y otra vez se quedó corta. Me hago la fuerte, la que ya sabía que esta vez tampoco era. Me hago la que no me importa. Pero lo que en realidad me hago es pelota. Y cada vez que me recuerdan lo inelegible que soy, siento que pedacitos de mí se caen y se pulverizan, imposible recuperarlos. Tengo la sensación de que eso que ofrezco y nadie quiere, tampoco vuelve a mí: se disuelve. Cada tanto, algún piadoso se detiene un ratito más de lo normal, y se gana una parcela de cielo asegurando que si no fuera por las circunstancias, el destino, la voluntad divina, los planetas y las adversidades infinitas, seguro, seguro optaría por mí. Siempre agradezco esas breves piezas de teatro. Entretanto, yo sigo disimulando, escondiendo la cabeza entre los amigos, en el trabajo, entre plantas y mascotas, en libros. Para no ver, para no enterarme. Para que el tiempo pase, de una vez.


Sabés que yo estoy con vos, de tu lado, en tu vereda, Maga. Pero permitime sembrar una pequeña duda: no será que estás apoyándote en una percepción muy personal para boicotear algo posiblemente lindo? Probaste con preguntar? O no te considerás capaz de tolerar un auténtico no? Tal vez, si la idea es amargarte, lo ideal sea hacerlo con motivo real...

domingo, 6 de octubre de 2019

En loop

Siempre es así. Cuando descubro algo maravilloso, al principio me niego a creerlo. Lo tomo con pinzas, pero ahí estoy, atenta. Será? Será esta vez? Y sin querer, antes de darme cuenta, me acostumbro. Y en el proceso, encima, me equivoco. Porque tomo todo como una señal cuando tal vez no es nada. Y creo cada palabra, porque no aprendí que el juego es juego y eso no cambia. No tardo nada en sentirme como en casa. Meto el corazón donde no debo, donde no es seguro, donde nadie me lo pidió. Pienso todos los  sentidos de cada frase para no confundirme, para devolver la respuesta más veraz y concreta. Lentamente, todo empieza a girar en torno a la novedad. Y cuando me quiero acordar, me perdí. Se apagaron las luces, cortaron la música, entendí todo mal. Sí, me equivoqué. De nuevo. De nuevo. De nuevo. No era para mí, no era yo. Por qué sería yo? En qué cabeza cabe que algo tan increíble fuera para mí? Qué insolente! No sos monedita de oro, me repito. Entendiste cualquier cosa, me reto. Ubicate, me ordeno. Quién te pensás que sos, me cuestiono. El fin de la pompa de jabón con aires de aerostático. Entonces me obligo a limpiarme, de adentro hacia afuera. Junto mis pedacitos, calladita. Y me despido de la maravilla, esperando hasta último momento que me detenga, que me llame, que me diga que no, que había entendido bien, que sí soy yo. Jamás sucede porque -como me enseñaron pero nunca termino de asimilar- siempre hay alguien mejor. Para mí será otra cosa, más adelante, más acorde; menos increíble tal vez. Sana, sana, hay que seguir buscando. Casi, me consuelo. A ver si esta vez aprendiste, me amenazo.


Ni yo soy tan dura con vos, Maga. Ya me parecía: algo de todo esto me resultaba familiar. Vos reconocés la secuencia que se repite? Podés ver el patrón, Maga? Te desafío a romperlo. Esa es la verdadera burbuja a reventar.


jueves, 3 de octubre de 2019

En la línea

Así estaba, otra vez con todo bajo control, pasando el rato. Mirando el desfile de pelotudos que de antemano sabía que no iban a llegar a ningún lado, pero al menos me entretenían (y de paso, no pensaba en lo que no tenía). Y cae este. Justo este. El hijo del ferretero. El paisa. Mi vecino! Un héroe? Pablo. Rompiendo mis cuidadosamente rediseñados esquemas. Logrando que deje de tener todo bajo control. Hablando mi lenguaje, redoblando mi apuesta. Y robándome auténticas carcajadas. Abriendo hasta la última puerta, la que da a mi vulnerabilidad. Desfachatado, explosivo, y a la vez tan tranquilo, tan acá-estoy-soy-esto (y todos sabemos que no hay nada más desarmador que eso). Otra vez se me fue todo al carajo. De qué control me hablan? Si de repente me doy cuenta de que la mayor parte del tiempo tengo una sola voz en la cabeza. Que todas mis ganas tiran para el mismo lado. Que todos mi yoes se pusieron de acuerdo por una vez. Será este? Que nadie me conteste, es lo que menos me importa ahora. Abandono el desfile, cedo el control y abro un paréntesis. No importa cuándo lo cierre, adentro somos sólo dos.

Maga? Sos vos? Realmente sos vos? Pero cuánto silencio tras aquella serendipia! Te vi entrar en el laberinto pero nunca supe qué había pasado y, francamente, ya había perdido toda esperanza de verte salir. Qué cambiado está todo! Todo, salvo por un solo detalle... Debería preocuparme, Maga?