domingo, 6 de octubre de 2019

En loop

Siempre es así. Cuando descubro algo maravilloso, al principio me niego a creerlo. Lo tomo con pinzas, pero ahí estoy, atenta. Será? Será esta vez? Y sin querer, antes de darme cuenta, me acostumbro. Y en el proceso, encima, me equivoco. Porque tomo todo como una señal cuando tal vez no es nada. Y creo cada palabra, porque no aprendí que el juego es juego y eso no cambia. No tardo nada en sentirme como en casa. Meto el corazón donde no debo, donde no es seguro, donde nadie me lo pidió. Pienso todos los  sentidos de cada frase para no confundirme, para devolver la respuesta más veraz y concreta. Lentamente, todo empieza a girar en torno a la novedad. Y cuando me quiero acordar, me perdí. Se apagaron las luces, cortaron la música, entendí todo mal. Sí, me equivoqué. De nuevo. De nuevo. De nuevo. No era para mí, no era yo. Por qué sería yo? En qué cabeza cabe que algo tan increíble fuera para mí? Qué insolente! No sos monedita de oro, me repito. Entendiste cualquier cosa, me reto. Ubicate, me ordeno. Quién te pensás que sos, me cuestiono. El fin de la pompa de jabón con aires de aerostático. Entonces me obligo a limpiarme, de adentro hacia afuera. Junto mis pedacitos, calladita. Y me despido de la maravilla, esperando hasta último momento que me detenga, que me llame, que me diga que no, que había entendido bien, que sí soy yo. Jamás sucede porque -como me enseñaron pero nunca termino de asimilar- siempre hay alguien mejor. Para mí será otra cosa, más adelante, más acorde; menos increíble tal vez. Sana, sana, hay que seguir buscando. Casi, me consuelo. A ver si esta vez aprendiste, me amenazo.


Ni yo soy tan dura con vos, Maga. Ya me parecía: algo de todo esto me resultaba familiar. Vos reconocés la secuencia que se repite? Podés ver el patrón, Maga? Te desafío a romperlo. Esa es la verdadera burbuja a reventar.