sábado, 29 de septiembre de 2012

Cual marasmo

Un año no alcanzó para atenuar el recuerdo. La Maga puso en práctica todas las técnicas y tácticas que le fueron sugeridas: se esmeró en hacer una lista de aspectos negativos (pero él tenía tan pocos! y a medida que pasaba el tiempo, a medida que ella conocía otros mundos, parecían menos aún). También probó volviendo a antiguas actividades que solían distraerla, como el cultivo de la mandrágora y la lectura de textos mágicos. Aceptó sin más rodeos cuanta invitación la llevara por un camino nuevo. Procuró metódicamente alejarse de todo aquello que lo trajera a él de vuelta. En vano. No pudo. No puede. Todo se le antoja una foto trucada, un billete falso. Y aunque otra vez es primavera, se deja arrastrar como una hoja de otoño, sin rumbo, sin expectativa, viviendo al ras. Las noches se consumen en una espera repetida e inútil, a veces con un halo de esperanza, a veces totalmente vacías. Cada célula de La Maga rezuma una certeza que lo evoca sólo a él. No quiere otra cosa, no quiere un substituto. Tan simple e imposible como eso. Por eso ya no abandona el búnker, ni tiende puentes, ni busca el rumbo. Se entrega mansamente a la tristeza contra la que no pude luchar. En su asumida desesperanza, recuerda las viejas ansias e imagina alternativas para cada esquina que dobló. Sin remordimientos, sin lamentos: un simple reflejo del desaliento. Ay! Yo intenté  darle razones para volver, pero ella de razones no entiende. 


El remedio y la salida es siempre el mismo tragaluz. Y ni siquiera puedo alcanzarlo.