Abatida, acongojada, triste. No me digas nada, Maga. Pero nada, eh? Ni una palabra, ni una queja, ni un pero... NADA. Yo te advertí. No me vengas con la pena a rastras, no me traigas pedacitos para que te los pegue. Te dije que en esta estación, no. Tenías que insistir, tenías que dejarte llevar. Y tenías que decirlo!! Cómo pudiste? Esas dos palabras no se pronuncian -ni se escriben, ni se piensan- tan ligeramente. Qué te enseñé, Maga? Lavate la cara, respirá hondo, y continuá, exactamente como venías. Aquí no ha pasado nada!
Será que esos caminos tan maravillosos no están destinados a unirse con los míos?
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Gracias por detenerte a leer. Gracias por tu tiempo y tus palabras. Bienvenido seas siempre!