(Y una canción te trae de vuelta en su moraleja).
Bueno, ahora sí: se acabó.
(Y una mano invisible planta delante de mis narices todas esas cosas que me mostraste).
En fin... de una vez, me desprendo de vos.
(Y la barrera detiene a mi auto frente a un grafitti de tu nombre en tamaño xxl).
Asumo que esto no es todo: a tu nombre gritado a viva voz en la madrugada por algún desconocido -y a todos esos pequeños guiños, casi insignificantes, que se empecinan en mantenerte presente- se sumarán otros más, cuando menos los espere, indeterminadamente.