Y se durmió en la noche, y escuchó llover en la mañana, y vio crecer el pasto, y desayunó bajo los frutales, y atrapó al sol, y se soltó el pelo, y anduvo descalza... y La Maga volvió a la ponderada buena senda.
Parecía un ensamble perfecto, cuidado, pero una pieza ajena me hizo estallar en mil retazos de mí misma sólo para comenzar a rearmarme nuevamente, incluyendo partes nuevas. Es el síndrome del fénix, constante y espiralado. "Gracias por romperme" será lo primero que le diga al verlo, "ahora, ligero, te llevo conmigo".
Hasta el próximo estallido, Maga!
Maga?
Magaaaa!!