A esas noches de desazón, inexplicablemente, le siguen alguna que otra de cuasi euforia. Entonces se puede entrever lo que hay que hacer -o lo que nos espera- de la misma forma que se adivina el paisaje tras los árboles que se disponen a la vera de un tren que acelera. Generalmente, esa euforia suele estar rematada por amaneceres de sonrisa capciosa y certezas de cotillón.
La Maga no está triste ni cansada, sólo desorientada. Las guías que le dieron parecen no servir. No hay lógica que explique por qué nada funciona como le aseguraron que sería. Azorada, practica su alquimia sin resultados: todo vale, nada importa; mentira la verdad. Y en medio de lo que parece un naufragio de teorías, se pregunta cuándo llega el refuerzo.
En estas esporádicas madrugadas de futil optimismo, me pregunto si no será que cada noche, al amparo de las sombras, mi refuerzo me espera preguntándose cuándo llegará la magia que necesita para continuar.
La Maga no está triste ni cansada, sólo desorientada. Las guías que le dieron parecen no servir. No hay lógica que explique por qué nada funciona como le aseguraron que sería. Azorada, practica su alquimia sin resultados: todo vale, nada importa; mentira la verdad. Y en medio de lo que parece un naufragio de teorías, se pregunta cuándo llega el refuerzo.
En estas esporádicas madrugadas de futil optimismo, me pregunto si no será que cada noche, al amparo de las sombras, mi refuerzo me espera preguntándose cuándo llegará la magia que necesita para continuar.