viernes, 24 de agosto de 2012

Un deseo

Hoy todas las canciones, todas la melodías, todos los poemas, todas la imágenes, todos los perfumes te evocan. Dichoso el día en que llegaste. Suerte la mía de haberte cruzado tanto tiempo después. Ínfimo y efímero como fue, dejó una estela infinita. Hoy, cuando pidas un deseo, me rozarás con el pensamiento?

jueves, 16 de agosto de 2012

La tercera

No sé qué botón tocaste, qué oculto mecanismo activaste, pero gracias a vos (y acá cabría un lamentablemente porque esto me costó tu amor) pude enfrentar mis demonios. Totalmente ajeno a lo que sucedía, me pusiste frente a un espejo y me pude ver, en mi autoimpuesto ostracismo, levantando paredes, derrumbando puentes, saboteando voluntariamente mis retazos de cielo. Y me aceptaste así, una vez, hasta que mi manía por evitar cualquier posible dolor me llevó a lastimarte, irreparablemente. Gracias. Sin proponértelo ni saberlo, despertaste algo que estaba dormido, o tal vez olvidado. No tengo derecho a pedirte más disculpas, después de tanto tiempo, pero si me dejaras sanarte, si aceptaras la tercera y la vencida, yo podría fabricarte ese paraíso que un día tuve en la punta de mis dedos y te negué.

sábado, 11 de agosto de 2012

Reverberante everness

Y los puntos suspensivos se prolongaron. Casi casi me alcanza otra vez octubre envuelta en el sonido blanco de su mutismo. Los tal vez y los hubiera no dejan de aguijonear el hoy. Tan difícil exorcizarlo como evitar que el pensamiento involuntario se llene de él. Sabio, el tiempo ha hecho decantar el ayer, dejando romas las últimas palabras. Insignificancias aún lo traen de vuelta y lo perpetúan tal y  como en aquellos días. Imposible reemplazarlo, difícil llenar su vacío, porque nadie da su talla en una búsqueda absurda: no hay dos... Ensayo un puente de palabras, mezcla de disculpas e indulgencia, para cruzarlo y que se descuelguen todas esas cosas que pensamos, ansiamos -tal vez entre líneas- y quedaron truncas. Me es tan fácil imaginarlo recortado en cada espacio frente a mí que por momentos tengo la certeza de que aquí es a donde pertenece. Evoco la cadencia mansa de su voz y hasta creo adivinar qué diría. Lo extraño, lisa y llanamente; lo busco sin atreverme a encontrarlo. Y no hay remedio. Lo que vio no le gustó. Pero no es lo único. Ni es todo.


"Si él pudiera olvidar su mente frente a vos, sé que su corazón te diría que sí".